Resumen
Hace poco pasé por una experiencia inesperada: el dolor de una muela del juicio impactada, su extracción y, posteriormente, una parestesia lingual que me acompaña desde hace más de un mes. En este relato repaso desde aquella primera noche de insomnio por dolor hasta los actuales hormigueos en la punta de la lengua, pasando por mis remedios caseros, las consultas médicas y el apoyo fundamental de mi familia. Si alguna vez has enfrentado un malestar dental o simplemente te interesa saber cómo sobrellevar esta situación, acompáñame en esta crónica personal.
El primer aviso: dolor inesperado
Todo comenzó una noche tranquila. Me acosté temprano, ansioso por aprovechar la mañana siguiente, cuando a eso de las 10 PM un dolor agudo en la parte posterior de mi boca me obligó a incorporarme. Busqué en el botiquín un analgésico, lo tomé y regresé a la cama con la esperanza de descansar.
Al día siguiente, el dolor persistía con la misma intensidad. Tras varias llamadas, conseguí cita para radiografías: mi tercer molar izquierdo estaba impactado, sin espacio para salir y presionando nervios y tejidos. La única solución era la extracción.
La extracción: un procedimiento delicado
El día de la cirugía me preparé mentalmente para enfrentar la intervención. Bajo anestesia local, el odontólogo trabajó con firmeza para liberar la muela; los crujidos y movimientos fueron incómodos, pero necesarios. Salí del consultorio con la mejilla inflamada y un dolor que me recordaba que el proceso apenas comenzaba.
La parestesia lingual: la lengua adormecida
A las pocas horas, noté que la punta de la lengua estaba dormida, como si no perteneciera a mi cuerpo. Contacté al odontólogo, quien me explicó que se trataba de una parestesia lingual: un daño al nervio que podría tardar desde unos días hasta varios meses en sanar. Esa incertidumbre generó cierta ansiedad, pues imaginé la posibilidad de vivir con esa sensación indefinidamente.
Las primeras semanas: recuperación y retos
Durante los primeros quince días, el dolor y la incomodidad fueron constantes:
- Días 1–7: Hinchazón notable, dolor agudo al hablar y difícil manejo de alimentos.
- Días 8–14: La hinchazón disminuyó, pero el hormigueo en la lengua persistía.
- Días 15–30: Comenzaron a aparecer ligeras sensaciones de tacto, aunque el entumecimiento seguía presente en gran parte de la superficie lingual.
Cada bostezo profundo resulta doloroso, y comer requería abrir la boca con extrema precaución para evitar pinzamientos en la lengua.
El sabor constante a metal es algo de lo mas incomodo.
Estrategias de alivio: medicamentos y remedios naturales
Para sobrellevar el malestar probé varios enfoques:
- Reconstituyentes nerviosos recetados por el cirujano maxilofacial, sin notables mejoras.
- Relajantes musculares para reducir la tensión en la mandíbula, con alivio parcial.
- Té de manzanilla con valeriana, limón y miel, que aliviaba el estrés y ofrecía una sensación de calma.
Estos remedios, sumados a momentos de descanso y apoyo familiar, fueron los principales paliativos mientras espero una consulta on un especialista o recuperar las sensaciones.
Adaptar la rutina diaria
Con el hormigueo aún presente y un sabor metálico que no desaparece, tuve que ajustar mis actividades:
- Trabajo: pausas frecuentes para relajar la mandíbula y evitar el estrés excesivo.
- Alimentación: comidas suaves y porciones pequeñas, masticando con cuidado.
- Comunicación: explicarle a colegas y familia mi situación, ya que hablar se volvió complicado y a menudo me muerdo la lengua sin querer—algo muy deprimente.
Además, aprovechar momentos de tranquilidad junto a mi esposa Maida y mi hija Dahlia Maite me ayudó a mantener el ánimo.
Aprendizajes y perspectivas
Este proceso me dejó varias lecciones:
- Paciencia: entender que el cuerpo tiene sus propios tiempos de recuperación.
- Apoyo familiar: la compañía y comprensión de Maida y Dahlia Maite fueron esenciales.
- Aceptación: reconocer que algunas molestias pueden persistir y aprender a convivir con ellas mientras mejoran.
Mi esperanza es que, con tiempo y cuidados, la parestesia desaparezca y pueda recuperar por completo las sensaciones de mi lengua.
Conclusión y llamado a la acción
Compartir esta experiencia me ayuda a procesarla y, al mismo tiempo, ofrecer información a quien atraviese algo similar. ¿Te ha tocado vivir un dolor de muelas prolongado o una sensación persistente tras una extracción? Cuéntame en los comentarios qué te ayudó a sobrellevarlo y cómo tu entorno te brindó apoyo. Tu relato puede ser un gran alivio para otros. ¡Nos leemos!