Me doy vueltas entre lo básico y lo convexo. Destellos emocionales, sin espacio para romanticismos. Un medicamento me provocó un mood swing, y aquí estoy: irritable, enojado, molesto, criticando hasta la mosca que se cruza en mi camino. Este artículo no pretende enseñarte nada. Es un desahogo personal, una catarsis frente al descontrol químico que se desató en mi cerebro.
Antecedentes
Durante mucho tiempo estuve en eutimia —ese anhelado equilibrio emocional— gracias al control farmacológico, la meditación como parte de mi estilo de vida, el apoyo incondicional de mi familia y la red de médicos que me acompañan (psiquiatra e internista). En resumen, me he sentido bien. Muy bien 😊
Pero el pelo en la sopa se los conté hace unos días: la parestesia me dejó fuera del ruedo emocional. Si no lo leíste, te recomiendo revisar el artículo anterior.
Hace unos días, en una consulta rutinaria, el médico me prescribió una batería de medicamentos para intentar recuperar el nervio lingual. Entre ellos, un antidepresivo de libre venta que, para ser sincero, me hizo sentir un cambio desde la primera dosis. El dolor fuerte al abrir la boca disminuyó considerablemente. Llegó un pequeño destello de alegría.
Van unos cuantos días de tratamiento y empiezo a notar que tengo más sueño de lo habitual (sí, el doctor me advirtió, pero no le presté más atención de la necesaria). Aumentó el hormigueo en la lengua, pero seguía dentro de lo tolerable. Decidí esperar un poco más, darle tiempo al medicamento para que haga su efecto.
Ya voy por la primera semana de adaptación. Estoy durmiendo ocho horas cada noche —cuando normalmente duermo cinco o seis—, pero no me siento descansado. Me siento extraño. No soy yo. Mi lengua se siente como cubierta de fuego. Estoy enojado, y soy consciente de ello. No tengo paciencia. Todo me altera. Mi mente racional intenta traerme de regreso, me grita que algo está mal.
Mi esposa me pregunta si estoy bien. Le cuento lo que pasa. Tomamos la decisión de suspender el medicamento y avisar al médico. Eso fue hoy. Ahora toca esperar. Espero que con solo dejarlo, todo vuelva a la normalidad.
Este escrito no viene con consejos ni reflexiones. Solo son confesiones de humanidad. Una forma de mostrarte que todos, absolutamente todos, tenemos momentos difíciles que escapan de nuestro control.