En la búsqueda de tu horizonte, podés encontrarte con un sinfín de recovecos donde dirigir tu energía; desde el básico pasatiempo dominguero hasta el más complejo club de artes en el café. Pero todo lleva una misma misión: darte un reto que te genere satisfacciones por cumplir algo. Hablemos de cómo empezar con algo nuevo, quizá no desde cero, pero sí cuando no tenemos muchas ganas.
Distanciamiento emocional
Ya tengo 37, casi 38 años. ¿Qué sentido tiene para mí empezar con algo nuevo? —yo me hago esa pregunta a cada rato. Tu edad puede variar y tus circunstancias fijo que también lo hacen. En mi caso, la respuesta no llegó fácil; fue más un periodo de añejamiento y fermentación emocional que me brindó la capacidad para entender que el ser humano, sin importar la edad, sigue necesitando cosas que estimulen su crecimiento. Cosas y actividades que requieran el involucramiento de nuevas sinapsis.
Redefinir qué significa “nuevo”
Empezar con algo nuevo no siempre significa cambiar de carrera, abrir un negocio o mudarte de ciudad. A veces lo nuevo es simplemente mirar lo cotidiano con otros ojos. Descubrir que eso que hacías en automático tiene capas que nunca te habías detenido a explorar. Un nuevo hobby, una nueva conversación, una nueva forma de escuchar. En mi caso, fue reencontrarme con la música, volver a tocar la guitarra después de años, no para ser virtuoso, sino para recuperar un pedazo de mí que había quedado en pausa.
Lo nuevo también puede ser hacer las paces con lo viejo. Darte permiso de regresar a algo que abandonaste porque pensabas que ya no era para vos. No tiene que haber una gran motivación detrás. A veces basta con una chispa de curiosidad o incluso un poco de aburrimiento bien gestionado.
El mito de la pasión instantánea
Nos han vendido la idea de que todo lo que vale la pena tiene que enamorarte desde el primer día. Pero la verdad es que muchas veces uno se engancha en el camino. No hay mariposas ni fuegos artificiales cuando compras una libreta nueva para escribir, pero puede que, semanas después, no puedas pasar un solo día sin volcar algo en ella.
Lo que quiero decir es que no siempre vas a empezar con ganas, pero sí podés empezar con intención. Y esa es la diferencia. La motivación viene y va, pero la intención es más honesta. Vos sabés por qué lo estás intentando, aunque sea solo para probarte que aún podés.
El lugar donde empieza el movimiento
Hay un momento clave, justo antes de comenzar, en el que todo se siente más pesado: el miedo, la duda, la comparación con otros que ya llevan años haciéndolo. Ese es el punto donde la mayoría se rinde. Pero también es el punto donde, si das un paso, aunque sea chiquito, algo empieza a moverse.
Para mí, ese movimiento fue abrir una página en blanco y escribir la primera oración sin juzgarla. Fue decir “sí” a una invitación sabiendo que tal vez no me iba a sentir cómodo. Fue grabar un video y subirlo, aunque me temblara la voz. En cada uno de esos actos hubo más incomodidad que seguridad, pero también más vida que rutina.
Lo nuevo empieza con vos
No importa si tenés 20, 37 o 60. Siempre hay algo que puede encenderte la chispa otra vez. No tiene que ser grandioso ni perfecto, solo tiene que ser tuyo. Algo que te saque de la inercia, que te recuerde que aún hay partes de vos esperando ser descubiertas.
Y si hoy no tenés todas las ganas, no pasa nada. Empezá igual. Con lo poco que tengas. Una palabra, una nota, una idea suelta. A veces, lo más transformador nace del momento en que simplemente decidís intentarlo.
Porque al final, lo importante no es empezar con fuerza, sino empezar con verdad.